I'm through accepting limits 'cause someone else says they're so
Some things I cannot change But till I try, I'll never know!

And if I'm flying solo at least I'm flying free
To those who'd ground me take a message back from me
Tell them how I am Defying gravity
I'm flying high Defying gravity
And soon I'll match them in renown

lunes, 30 de enero de 2012

El hecho de dar y nunca recibir.

No sé si estoy siendo egoísta, pero odio la pasividad. Es decir, cuando hablo me gusta que me contesten, me gusta que me escuchen. No pretendo tener cinco sentidos puestos en mí, simplemente que se me preste un poco de atención a lo que de verdad importa.

Quizás sea eso, estoy acostumbrada a tener quizás demasiada atención por parte de mucha gente y que haya alguien que de repente se comporte con esta pasividad me saca de quicio.
Quizás estoy demasiado acostumbrada a ser el centro de atención de las miradas, más que nada por mis pintas.
Quizás estoy demasiado acostumbrada a tener a la gente detrás de mí para contarme las cosas, pero lo mío me ha costado. Si me quieren es porque siempre estoy ahí cuando me necesitan, porque lo dejo absolutamente todo cuando alguien está mal.

El problema es que la mayoria de la gente que llevo detrás, están ahí por conveniencia, por si cae algo, y no.
El problema es que cuando lo necesito, ¿quién está ahí para escucharme a mí?
No me sirve tener millones de amigos si después no son capaces de dar la cara como la doy yo.
El problema es que parece ser que es y será la historia de mi vida, que estoy destinada a darlo todo y no recibir nunca nada.

Esque ya no es simplemente el hecho de estar mal, el hecho de que no lo noten, o que no se fijen, el hecho de que cuando vas a intentar contar algo a alguien que crees que te va a escuchar, o leer, según venga, no lo hace. El hecho de la pasividad hacia tí en determinados momentos, es lo que de verdad hace que te sientas mal. Más de lo que ya estabas, porque te lo tienes que callar todo.
El hecho de que pase repetidas veces. El hecho de no saber que pensar al respecto.
Porque yo lo dejo absolutamente todo cada vez que alguno de vosotros está conectado y necesita hablar, ¿tan difícil es de comprender? Necesito un poco de atención cuando estoy mal.
¿ Necesitáis que os lo grite? ¿ Necesitáis que os haga un croquis de los sentimientos/comportamientos de una persona?

Y cuando más los necesitas, ¿dónde están? Solo mirándose a ellos mismos.


(Y ahora, si me disculpáis, voy a tirarme en mi cama a escuchar Megadeth, y voy a dejar el ordenador, el móvil y el iPod fuera de mi habitación. Ahora que preguntaréis, habréis perdido vuestra oportunidad.)

jueves, 19 de enero de 2012

No, por favor.

Vuelve otra vez, por favor no. ¿Por qué me está pasando esto ahora? No soy capaz de entenderlo. Vuelve otra vez esta sensación tan horrible, en la que estoy sin ganas de hacer nada, me cuesta moverme, pero sin embargo el corazón me late tan rápido que hasta me molesta.

Vuelve otra vez la sensación de que no valgo para esto, de que estoy en el sitio equivocado, de que esto no es lo mío, de que no debería haberme metido a hacer una carrera, para tener algo a lo que aferrarme si luego todo sale mal. Aunque no me arrepiento, para nada. Al contrario, doy gracias de no haberme marchado, o de lo contrario me hubiese perdido algo enorme.

Vuelvo a sentirme pequeña al lado de mis compañeros y mis amigos, vuelve a fallarme la mínima autoestima que tenía, vuelvo a sentir otra vez que todo y todos se me quedan grandes, solo tengo ganas de encerrarme y no salir, a volver a pintar otra vez las paredes de mi habitación, para olvidarme de todo, esa es mi terapia.

Y todo esto se junta con el miedo, otra vez el dichoso miedo a que todo salga mal. ¿Por qué puedo pasar de estar tan feliz a encontrarme de esta manera? Tengo miedo. Miedo. ¿Y qué puedo hacer? Ya he tragado suficiente mierda, creo que estoy en mi derecho de tener miedo. Por una vez me gustaría que las cosas fueran diferentes. Por una vez quiero no  pasarlo mal. Quiero mirarle y tener otra vez el suficiente valor para decirle que le quiero, porque ahora mismo no lo tengo... Quiero mirarle y tener claro que es a mí a quien él mira, que es a mí a quien él quiere, que soy yo.

No podéis haceros ni una mínima idea de como he pasado el día, de tenerle a mi lado y que me costara mirarle, me costaba, y cuando lo hacía y cuando le besaba, volvía a acelerarse mi corazón, pero de un modo que no es bonito. Es el miedo. Me sentía tan mal que no he sido capaz de mantener la compostura, como siempre hago, hacer que no se note. No estoy preparada para volver a pasarlo mal otra vez, no lo estoy, y me asusta.
Estar enamorado es precioso, si sientes que eres lo suficiente. Y yo no lo siento en este momento. Inferioridad, esa es la palabra. De nuevo, tiendo a sentirme inferior.

 Lo único que me consuela un poco es pensar que esto se me pasa en un par de días, que es momentáneo. Pero hasta entonces, haré lo de siempre. Normalidad, nunca nunca hay que ir de víctima y mucho menos demostrar el dolor. Pase lo que pase, mostrar el dolor es signo de debilidad. Así que como siempre, aunque por dentro no esté perfecta, a los ojos de los demás, sí lo estaré.
Le quiero, le quiero mucho, y necesito que él también lo haga.

 (Lo siento, necesitaba hacerme auto terapia, ya volverá esto a la normalidad.)

La Dama de Shalott


I parte
En la ribera, durmiendo,
grandes campos de cebada y centeno
visten colinas y encuentran al cielo;
por el campo nace el sendero
hacia las mil torres de Camelot;
y arriba, y abajo, la gente anda,
mirando los lirios que florecen,
en la isla que río abajo emerge:
la isla de Shalott.

Tiembla el álamo, palidece el sauce,
grises ráfagas estremecen los aires
y la ola, que por siempre llena el cauce,
por el río y desde la isla distante
fluye incesante hasta Camelot.
Cuatro muros grises: sus grises torres
reinan el espacio entre las flores,
y en el silencio de la isla se esconde
la dama de Shalott.

Tras un velo de sauces, por la ribera,
las pesadas barcas arrastradas
por lentos caballos; y furtiva,
una vela de seda traza
surcos de espuma, hacia Camelot.
Pero ¿quién la vio saludando?
¿o en la ventana de su cuarto mirando?
¿o acaso es conocida en el reino
la dama de Shalott?

Sólo los segadores, muy temprano,
cuando arrancan los maduros granos,
oyen ecos de un alegre canto
que brota desde el río, alto y claro
hasta las mil torres de Camelot:
Bajo la luna el segador trabaja,
apilando haces en las eras altas.
Escucha y susurra: “es ella, el hada,
la dama de Shalott”
II parte
Ella teje día y noche,
seda mágica de hermosos colores.
Ha oído un rumor sobre
una maldición: como se asome
y mire lejos, hacia Camelot.
No conoce la condena que pueda ser,
ella surce y no deja de tejer,
otra cosa no existe que pueda temer,
la dama de Shalott.

Moviéndose sobre un espejo claro
que cuelga frente a ella todo el año,
sombras del mundo aparecen. Cercano
ve ella el camino que serpenteando
conduce a las torres de Camelot;
Allí el remolino del río gira,
y descortés el aldeano grita,
y de las mozas las capas rojizas
se alejan de Shalott.

A veces un tropel de alegres damas,
un abate, al que portan con calma,
o es un pastor de cabeza rizada,
o de largo pelo y carmesí capa,
un paje se dirige a Camelot;
y a veces cruzan el azul espejo
caballeros de dos en dos viniendo:
no tiene un buen y leal caballero
la dama de Shalott.

Pero en su tela disfruta y recoge
del espejo las mágicas visiones,
y a menudo en las silenciosas noches
un funeral con plumas y faroles
y música, iba hacia Camelot:
O venían, la luna en su camino,
amantes casados de ahora mismo;
“Estoy enferma de tanta sombra”, dijo
la dama de Shalott.
III parte
A tiro de arco del alero de ella,
él cabalgaba entre la mies de la era;
deslumbraba el sol entre hojas nuevas,
y ardía sobre las broncíneas grebas
del valiente y audaz Sir Lancelot.
Un cruzado al que arrodillado puso
con la dama por siempre en el escudo,
brillaba en el campo amarillo, junto
la lejana Shalott.

Brillaba libre enjoyada la brida:
una rama de estrellas imprevistas
colgadas de una Galaxia amarilla.
Sonaban alegres las campanillas
mientras cabalgaba hacia Camelot:
y en bandolera, plata entre blasones,
colgaba un potente clarín. Al trote,
su armadura tintineaba, sobre
la lejana Shalott.

Bajo el azul despejado del cielo
refulgía la silla de oro y cuero,
ardía el yelmo y la pluma del yelmo,
juntas como una sola llama al viento,
mientras cabalgaba hacia Camelot:
Así en la noche púrpura se viera,
bajo cúmulos sembrados de estrellas,
un cometa, cola de luz, que llega,
a la quieta Shalott.

Su frente alta y clara, al sol brillaba;
sobre los pulidos cascos trotaba;
por debajo de su yelmo flotaban
los bucles negros, mientras cabalgaba,
cabalgaba directo a Camelot.
Desde la orilla, y desde el río,
brilló en el espejo de cristal,
“tralarí lará” cantando en el río
iba Sir Lancelot.

Dejó la tela, y dejó el telar,
tres pasos en su cuarto ella fue a dar,
ella vio el lirio de agua reventar,
el yelmo y la pluma ella fue a mirar,
y posó su mirada en Camelot.
Voló la tela, y se quedó aparte;
se rompió el espejo de parte a parte;
“la maldición vino a mi”, gritó suave
la dama de Shalott.
IV parte
En la tormenta que de este soplaba,
los bosques de oro pálido menguaban,
y el río ancho en su orilla los lloraba.
Un cielo negro y bajo diluviaba
encima las torres de Camelot.
Ella bajó hasta el río, y encontróse
bajo un sauce, una barca aún a flote,
y escribió, justo en la proa del bote,
“La Dama de Shalott”.

Del río a través del pequeño espacio
como un audaz adivino extasiado
y en trance, viendo ante sí su trágico
destino, y con el semblante impávido,
ella miró lejos, a Camelot.
Y cuando el día por fin se acababa,
ella se tendió, y soltando amarras,
dejó que la corriente la arrastrara,
la dama de Shalott.

Tendida, vestida de un blanco nieve
desbordando por los lados del bote
las hojas cayendo sobre ella, leves,
a través del sonido de la noche,
ella flotaba hacia Camelot.
Y mientras la afilada proa hería
los campos y las esbeltas colinas,
se oyó un cantar, su última melodía,
la dama de Shalott.

Se oyó un cantar, un cantar triste y santo
cantado con fuerza y luego muy bajo,
hasta helarse su sangre muy despacio,
por completo sus ojos se cerraron
fijos en las torres de Camelot.
Porque hasta allí llegó con la marea,
de las primeras casas a la puerta,
y cantando su canción quedó muerta,
la dama de Shalott.

Debajo la torre y la balconada
entre las galerías y las tapias
hermosa y resplandeciente flotaba,
pálida de muerte, entre las casas,
entrando silenciosa en Camelot.
Al embarcadero juntos salieron:
dama y señor, burgués y caballero,
su nombre junto a la proa leyeron,
la dama de Shalott.

¿Qué tenemos aquí ? ¿ Y qué es todo esto ?
Y en el palacio de luces y juegos
el jolgorio real tornó silencio;
Se santiguaron todos con miedo,
los caballeros, allí en Camelot:
Pero Lancelot, meditando un poco,
fue y dijo, “Ella tiene el rostro hermoso,
por gracia de Dios misericordioso,
la dama de Shalott.”

La Dama de Shalott, Tennyson

lunes, 16 de enero de 2012


Con tu boca a escasos centímetros de la mía todo se vuelve de otro color. Tu respiración se acelera y la mía también, puedo sentir los latidos de mi corazón golpeando cada vez más fuerte contra mi pecho. Y en ese momento en el que todo queda como suspendido en el aire, olvidamos lo que estábamos haciendo un segundo atrás. Nos miramos, te acercas y me besas. 

Quiero vivir esta historia a tu lado, no te marches nunca, porque sabes que ME ENCANTAS  exactamente así. Con tus locuras, tus sonrisas, tus ganas de escucharme cada vez que hablo, tus parloteos, y todo tú. Pero lo que mas me encanta de tí, es que sé que te encanto.



domingo, 15 de enero de 2012

"Buenos días, princesa."

Es lo que toda chica desea que le digan al despertar. Pero no basta cualquier persona, no, tiene que ser él.

Toda chica desea ser despertada con un beso, con una sonrisa y unos ojos cargados de amor, de dulzura.

Dormir abrazada a esa persona tan especial para ella, que le hace soñar todas las noches e incluso durante el día, para que después sea él a quien vea nada más despertar, para que el sueño se prolongue tanto como sea posible. El despertar de un día perfecto.

Que antes de ir a dormir te diga: "Sueña conmigo". Descuida, lo hago todas las noches. Vivo pensando en tí y cuando duermo, no eres menos, sigues en mi mente. Y cuando despierto, eres lo primero en lo que pienso y ya no te marchas. También eres lo último en lo que pienso antes de dormir.
Es un círculo vicioso, pero pase lo que pase, ahí estás tú, en mi mente.

Y todas las noches me pregunto si dormirás o estarás despierto. Me pregunto si te pasará como a mí y siento tentación de mandarte un mensaje, mensajes hasta reventar, te haría señales de humo si hiciera falta, lanzaría bengalas para que me vieras, para hacerme de notar, para que pienses en mí.
¿Es que piensas en mí? Es posible, pero solo sé con certeza que de mi mente no sales ni un instante.
Últimamente eres el rey de mis pensamientos, de mis palabras. Estás presente en todo lo que escribo, tanto aquí como en mi música. Anoche a las tres de la mañana acabé la canción, sí, tu canción. Esa cuyas primeras notas se me ocurrieron mientras pensaba en tí, esa en la que cada vez que plasmaba una nota en la partitura, el que estaba en mi mente eras tú, esa misma.
Y la he tocado sin parar durante estos dos días, pero ya no soy capaz de cambiarle nada más por el momento.
Estás presente cada momento del día, cada segundo, haga lo que haga y me pregunto si lo estaré yo también para tí.
¿Soy muy enamoradiza? Quizás. ¿Lo vivo todo con demasiada fuerza? Quizás.
Es lo que tiene ser, en el fondo, una romántica. Me guste o no, vivo el amor con muchísima fuerza, pero también el dolor. Por ahora, siento que no quepo en mí. ¿Me quieres? Eso parece, y me hace tan feliz..

Y una noche más, eres el protagonista. Y una noche más, serás lo último en lo que piense antes de dormir, y lo primero nada más despertarme, para no desaparecer jamás.

sábado, 14 de enero de 2012

Remuevo el té dentro de su taza, soy incapaz de bebérmelo, llevo el corset demasiado apretado como para poder tragar. No puedo casi respirar.
A mi lado los aristócratas con quienes comparto la mesa hablan. Los hombres alardean sobre sus piezas de caza y las mujeres se cuentan los cotilleos de la corte. Yo, sin embargo, no presto atención, los temas de conversación siempre son los mismos.

Fui casada por conveniencia con un Francés, vivo en un palacio, llevo vestidos, tocados y zapatos que me hacen daño al andar. No soy capaz de darle un hijo, pero él no lo sabe todavía.
Día tras día me lamento de mi suerte, casada con diecisiete años con un hombre al que no amo y ni siquiera soy capaz de darle hijos. ¿Qué será de mi familia si se rompe el matrimonio? Pues todo el mundo sabe, que sin herederos, un matrimonio no es nada.

Dejo suavemente la taza en la mesa, y con una reverencia me excuso por tener que ausentarme.
Madre mía, no  soportaba estar ahí más tiempo. Siempre hablan de lo mismo, qué aburrimiento.
Bajo por las escaleras tan rápido como puedo para ir a refugiarme a la sala de música. Me siento en el clavicordio, mi adorado clavicordio. No sé si aquí está bien visto que una dama como yo se siente y pase horas tocando el clavicordio, pero yo lo hago. Se supone que debería ocuparme de otras cosas, pero la música me evade.
En cuanto me siento, la música empieza a fluir por mis dedos, y acaba convirtiéndose en notas, en sonidos, gracias a mi clavicordio. Adorado compañero, siempre estás ahí para expresar lo que siento, para hacerme sentir mejor, eres mi mejor amigo en ente mundo lleno de gente que solo cotillea o caza.

Mis hijos, ¿qué puedo hacer con mis hijos? La dulce melodía entonces se torna más oscura, en el momento en el que recuerdo que no puedo concebir, todo acabará pronto. ¿Y qué será de mí entonces?
Vagaré por las calles de París, sin un sitio donde vivir, sin comida que llevarme a la boca, sin familia, sin amigos, repudiada por no poder darle herederos a mi marido. Me asusta lo que me pueda deparar el futuro, todos se decepcionarán, mi marido se enfadará, me tirarán y él se casará con otra más joven, más guapa y tendrán hijos preciosos, seré el motivo de todas las burlas y chismorreos dentro de la corte, acabaré sola y quizás muera en algún sombrío rincón de una calle de París.
Mi clavicordio, ¿que será de mi clavicordio?No lo sé, aunque por ahora, pienso seguir pasando el tiempo con él.

El tiempo que me queda.

lunes, 2 de enero de 2012

Y entonces me atrapó entres sus brazos y pude sentir que todo el dolor se disipaba, todas las dudas, todos los malos pensamientos. Solo quería quedarme allí y que jamás me soltara.
Y entonces sus ojos me miraron, con tanta verdad que hasta me asustaron, ¿sería yo capaz de mirarle de la misma manera?¿De mostrarle todo lo que siento tan solo en una mirada?
Y entonces me besó, una vez más y pude confirmar lo que me había dicho con una mirada. Porque soy capaz de comprenderle sin que me hable.

Sé que a momentos siente miedo y yo también, sé que a momentos deseamos comernos y nos frenamos por el auto control.
Sé que a menudo piensa en el pasado, todos lo hacemos. Nos anclamos en el pasado, en lo que ya hemos vivido, porque solo tenemos seguridad de ello. ¿Y si es malo? También nos quedamos ahí y sentimos miedo por si se vuelve a repetir lo mismo, pero...¿y si no? Quizás es eso lo que deberíamos pensar, ¿y si él es diferente?
Sé que no puedo cambiar tus recuerdos, sé que no puedo hacerte olvidar el pasado, que siempre estará ahí, que tú nunca olvidas nada, pero déjame intentar construir unos nuevos recuerdos, déjame intentar hacerte feliz cada segundo que esté contigo, déjame que te demuestre que todo es verdadero y que ya no hay vuelta atrás, que ya me has atrapado.
Que no quiero que tengas miedo conmigo, aunque yo también lo tenga a veces. Todo ha sido rápido, sí, pero no por ello menos creíble.
Sé que tienes miedo a despertar y que todo haya sido un sueño, porque yo también lo tengo.
Sé que coincidimos en tantas cosas que hasta me asusta pensarlo a veces.

Y pensar que te quiero, tantas veces, y no ser capaz de decirlo para que las palabras no pierdan su valor.
Hoy en día hay que ponerlas caras, ¿sabes? A la mínima se dice te quiero.
Opto por sustituir "te quiero" por "me encantas", aunque ya lo sabes, cada vez que digo las dos últimas palabras, pienso en las primeras.
Solo quiero que te des cuenta de lo que esta pasando, de que el "te quiero" está mutando en un "te amo" tan intenso, tan rápidamente que no puedo controlarlo.

Y no puedo dormir, porque todo esto se agolpa en mi mente y no soy capaz de conciliar el sueño, porque necesito que me abraces y me digas que me quieres antes de dormirme. Dormirme abrazada a tí, otra vez, pero en mejores condiciones.
Ya no soy capaz de pensar en otra cosa, ahora tú ocupas un 80% de mi mente en todo momento.

Aunque quédatela, creo que me gusta más así.